martes

Esplendor americano

American splendor
2003
EE.UU.
Dirigida por Shari Springer Berman y Robert Pulcini
Con Paul Giamatti, Hope Davis, James Urbaniak, Judah Friedlander y otros.


Imperdible: Harvey Pekar es uno de los personajes de ficción más interesantes -y desfachatado, grosero, nihilista, impresentable- que haya dado el cine norteamericano de los últimos años. Y, paradójicamente, se debe a que se basa en la vida del Harvey Pekar de carne y hueso. Más precisamente, gracias a que éste último logró un éxito editorial -fuera de sus planes iniciales- trasladando al cómic cada detalle de su degradada/degradante vida; su penar por ser un fracasado, un guiñapo relegado a ser empleado en un archivo en un hospital. Sujeto que se rebela y se juega una carta delirante e impensada: ser un personaje. El Pekar de tinta vio la luz gracias a la apuesta y al dibujo del grandioso Robert Crumb, el más destacado -y arriesgado, fóbico, mujeriego, conservador amante del jazz- historietista yanqui de nuestro tiempo.

Pariente ideológico temprano de los realities más patéticos, Esplendor americano toma el cinismo del nombre con el que Harvey Pekar bautizó la construcción pública de su vida privada y lo pone en escena, construyendo el relato sobre una estructura interesante e inteligente, que se da el lujo de incluir al Pekar dibujado, con el actuado, con el de carne y hueso. Con tanta efectividad que no puede hablarse de un género ambiguo (entre el documental y el realismo sucio de una teatral non fiction) sino de un relato que enriquece su entramado con un adecuado uso de distintos registros narrativos, lo que en este caso se traduce -de modo directo- en distintos registros estéticos. Y no sólo de Pekar vive ese irónico resplandecer: su última mujer y su compañero de trabajo y amigo nerd, son el complemento ideal; el paradigma de la incorrección y el desagrado; la llaga ardiente provocada por el american way of life.

Venus

Venus
2006
Reino Unido
Dirigida por Roger Michell
Con Peter O'Toole, Leslie Phillips, Jodie Whittaker, Vanessa Redgrave y otros


Venus tiene un gran valor por sobre muchos otros filmes: es una película que, sin conceder nada, narra lo que quiere narrar. A priori, espectadores embebidos en el narrar fácilmente digerible de Hollywood, se tiende a ubicarla en una línea argumental de las otras películas protagonizadas por ancianos: el desarrollo de una historia de un viejito piola; como si el personaje de Peter O'Toole fuese el primo actor del Clint Eastwood de Jinetes del espacio. Pero, para beneplácito y sorpresa del espectador, la esencia europea aparece y la película se corre de ese lugar y deja paso a una pincelada a la vez más fina (delicada) y más amplia. Incluso, la aparición de la jovencita hace que uno tienda a adivinar un rastro de la Lolita de Vladimir Nabovok. Y otra vez, rápida y sencillamente, se escabulle de la etiqueta: la jovencita no es ni hermosa, ni educada, ni una mujer brillante en potencia, ni una bomba sexual en proceso de maduración. Es una chica del montón con una misión preclara a la hora de elegir qué hacer: holgazanear frente a la televisión mientras masca chicle y espera que la sociedad le dé su oportunidad (se la ofrezca/la descubra), la que discursivamente el capitalismo tiene para cada quien. Así las cosas, uno se rinde a la evidencia y se deja llevar por una narración sólida, sin estridencias ni golpes bajos; efectiva y no efectista: el retrato de un hombre en los tramos finales de su vida. Si algo seduce a ese personaje, si aún a riesgo de perder las esperanzas con la jovencita, juega con fuego, miente, olvida, confunde, es porque Venus es un relato de la intimidad de un hombre, con lo acotado que puede parecer y lo complejo que en realidad es.

Es muy importante, en la lectura global, el papel que cada uno de los roles secundarios: son la escenografía y el mecanismo que la mueve; el ribete, el detalle que hace un relato sólido, creíble, admirable y adorable incluso en la decrepitud que por momentos evidencia, el deus ex machina. El cuadro de esta película imperdible se completa con las magníficas actuaciones de O'Toole, Leslie Phillips, Jodie Whittaker y la Redgrave; la muñeca sensible y transparente (en tanto lo que se ve es la cámara en favor de la narración) de Roger Michell; y la precisión narrativa del guión de Hanif Kureishi. Si fuera necesario resumirla en un concepto, probablemente ése sería representado por la palabra dignidad.