martes

Into the Wild

USA - 2007
Dirigida por Sean Penn
Con Emile Hirsch, William Hurt, Catherine Keener, Hal Holbrook y otros


En su cuarto largometraje, Sean Penn logra dos cosas que están por sobre los adjetivos que se le puedan colocar a la película: cuenta una historia y, para el espectador, es difícil permanecer al margen de los efectos del relato. Y es así porque hay un más allá de los aciertos y desaciertos del director, de los momentos de potente tensión dramática y de los baches narrativos que provocan aburrimiento.

Basada en la vida de Christopher McCandless, Into the Wild, tiene el ingrediente extra de estar basada en el best seller homónimo de Jon Krakauer que no hace sino reconstruir a modo de non fiction la travesía y muerte de un joven proveniente de una familia acomodada (digamos que resume el "nada le falta") que abandona sus posesiones, sus afectos, su mundo inserto en una sociedad construida sobre la plusvalía, con la ilusión de ser libre, de volver a la naturaleza. El mayor acierto de la película está en algunos momentos y trazos en los que resulta conmovedora pero, para acceder a ellos, hay que atravesar por otros en los que ni los imponentes paisajes desolados de Alaska, ni las sólidas actuaciones, ni la cuidada fotografía, ni la ajustada y per se muy buena música a cargo de Eddie Vedder pueden paliar. Es, en esas mismas deficiencias, donde la película se alinea con lo que narra, con las vicisitudes de un viaje de las características del que emprendió McCandless que no son, por cierto, divertidas.

Hay detalles en la trama en los que se abren algunas dudas que deben ser despejadas por cada uno de los espectadores y a partir de su propio modo de ver la vida: la autenticidad del emprendimiento, más allá de las fantasías de abandono de La Civilización que son habituales en nuestra cultura; si McCandless muere de inanición por llevar al extremo las consecuencias de su viaje hacia el corazón de Lo Salvaje o si el momento en que sus fuerzas flaquean lo asaltan casi por sorpresa cuando no puede atravesar el río, es decir, en un punto donde la naturaleza le marca el límite de sus propias posibilidades de supervivencia.